viernes, julio 31, 2009

UNA HISTORIA FELIZ (PARTE I)

Algunas historias de terceros nos impactan tanto que se convierten en nuestras. Esta primera entrega de “Una Historia Feliz” conmueve y esperanza hondamente. Quienes comiencen a leerla no podrán dejar de recorrer cada línea de texto, pues no es una novela, sino la vida misma que nos invita a conocerla y amarla...

Corría una mañana soleada del mes de septiembre de 1995. Estaba cebando unos matecitos a mi hijo Gustavo mientras él escuchaba la radio. De pronto pasó la frecuencia de AM hacia FM y, sin reparar ni dar importancia a qué emisora era, seguimos charlando entre mate y mate. En un momento dado nos miramos los dos, prestando atención a las palabras del conductor sobre el tema que estaba sacando al aire, cuando de inmediato, a manera de consigna, dijo este señor que invitaba a su audiencia a comunicarse y dar su opinión sobre el tema tratado. Ante mi asombro, Gus se dirigió hacia el teléfono y pidió salir al aire...

Después de un breve debate entre conductor y oyente (este último era mi hijo), el conductor lo interroga:

—¿Cuántos años tenés?

—17 años.

—¿Desde qué zona estás llamando?

—De Ciudadela.

—Ah, cerquita. Nosotros estamos en Santos Lugares. ¿Nos escuchás siempre?

—No, la primera vez.

—¿Y por qué llamaste?

—Me pareció interesante el tema.

—¿Por?

—Todo lo que se refiera a la problemática del país me interesa.

—Te felicito. Me gustaría que participaras siempre del programa por tu visión clara de las cosas.

—¡Gracias!

—Chau.

—Chau.


Al cortar la comunicación le ofrecí otro matecito a mi hijo, mientras comentábamos su inesperada salida al aire. En eso estábamos, cuando después de una tanda publicitaria se vuelve a escuchar la voz del conductor que hace un llamado a la audiencia...

—Por favor... el chico que salió hace unos instantes al aire... que se comunique urgente con la emisora.

Nos miramos sin entender nada... y Gustavo, como un rayo, se dirigió al teléfono.

—¿Radio?

—Sí.

—¿Qué pasó?

—Nada, hermano, sólo que desde que cortaste, el teléfono no paró de sonar para saber quién eras y todo el mundo te está felicitando y pidiendo que te acerques a la radio antes que finalice el programa. Tenés tiempo de sobra, el programa termina a las 13:00 (en ese momento eran las 10:30).

—No, no puedo.

—¿Cómo no vas a poder? ¡Si estás a un paso de la radio, en treinta minutos llegás!

—No, no depende de mí.

—Perdoname la insistencia: ¿por?

—Soy discapacitado motor y mis tiempos son otros.

—¡Hermano... si vos sos discapacitado... qué queda para nosotros! De todos modos te propongo algo, dado el interés que despertaste en la audiencia: te espero mañana dentro de este horario. Mi nombre es José Barberis, soy el director de la radio y mi programa se llama "A Cara o Cruz". ¿Te espero mañana?

—Sí, allí estaré.


A partir de ese instante la vida tuvo un nuevo motivo para Gustavo, pues si bien fue un chico que siempre luchó por salir adelante, no faltaron miles de veces las trabas burocráticas a las que siempre nos enfrentábamos.

A la mañana siguiente partió rumbo a la radio. Yo, en tanto, inquieta, pues no sabía con qué se iba a encontrar.

De más está decir la emoción que sentí al escuchar a Gustavo a través de la radio desenvolviéndose tan bien como si ése hubiera sido su hábitat natural.

Les comento que a partir de ese instante no había programa al que no lo invitaran. Programas de folclore, de debates, de entretenimiento... Todos los conductores querían conocerlo y tenerlo de invitado en sus programas...

Y así llegó el mes de diciembre, un mes triste para todo el personal de la radio y su querida audiencia, ya que su director había sufrido un problema cardíaco delicado y sólo cada tanto informaban a la audiencia de su evolución.

La mañana del 31 de diciembre, nunca lo voy a olvidar, Gustavo había sido invitado a un programa folclórico llamado "De estas tierras y estos vientos". Entre charla y charla con su conductora, la señora Beba Cesáreo, se escucha el teléfono y avisan que hay llamada al aire. La conductora se va a colocar los auriculares para atender y desde el control le hacen señas que atienda Gustavo. Le pasa la llamada y se escucha...

—Hola Gus.

Se miran todos sin entender mucho y la voz del otro lado dice:

—Gus... ¿me escuchás?

—Sí... sí... ¿sos vos? —contesta Gustavo titubeando.

—Sí, hermano... me acaban de dar el alta por motivo de estas fiestas, pero no puedo tener emociones fuertes, por tanto te digo algo y corto enseguida. A partir del mes de enero te regalo un espacio en mi radio para que hagas de él lo que quieras...

—Pero, José... escuchame.

—No, no... hermanito, sé de tu emoción y yo no puedo aflojar... Sé que tenés condiciones, armá tu programa, elegí un nombre, un día, un horario y llamás a Olga (la esposa) para que te hagan el avance. Me despido... ¡tengan buen año!.

Y colgó.


Se imaginan la sorpresa y la emoción que embargaba a todos. Los llamados eran incesantes.. y esa fue la primera vez que desde un lugar público dejaron de mirar la silla de ruedas.


Cuando Gus llegó a casa nos abrazamos y lloramos de emoción. De pronto me dice...

—Mamá, voy a llamar a José para agradecerle y decirle que ya tengo todo ideado...

—Pero, Gus... esperá... pensalo —le aconsejé.

—No, ya tengo claro cómo va a ser mi programa.

—¿?

—Hola, José, te agradezco infinitamente tu confianza en mí. Ya tengo pensado el programa, se llamará "Encuentro de Amigos", si te parece irá a partir del 7 de enero los domingos a las 19:00. La cortina del programa será "Canción con todos", de César Issella. ¿Qué te parece la idea?

—Sabía que no me ibas a fallar. ¡Dale con todo! ¡Y mucha suerte!


Y así nació un programa que duró cuatro años, con una linda audiencia, por F.M. APUNTES 98.9, desde SANTOS LUGARES, Partido 3 de Febrero.


De tanto en tanto Gus se comunica con el director, lo visita. Y José siempre le pregunta: ¿cuándo vas a volver?

Las puertas de la emisora quedaron siempre abiertas por si alguna vez mi hijo decide regresar por los caminos del éter.

Muchas veces pensó retomar la radio, pero su dedicación a la carrera universitaria que está cursando no le deja espacio por ahora...

Francisca Luján

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